Vancouver no es verde… ¡es café!

Texto y fotos por María Estela Girardin

Machiatto y doughnut: uno de tantos desayunos vancuverianos.

Vancouver es puerto, playa, parque; es verde, es agua y es azul. Y a ratos es China, Japón, México o Grecia. Muchos la ven, con razón, como la más verde del mundo: con más de 250 parques, la principal ciudad de la costa oeste de Canadá tiene mérito. 

Para mí, sin embargo, Vancouver es café: te pide, te envuelve y te acompaña con tazas y tazas de buen café. No es tanta sorpresa si piensan que, como uno de los principales puertos del mundo y encima proyectado hacia el oriente, llegan aquí granos y delicias de todo el mundo. El café, por supuesto, no es la excepción. Vengo llegando de esta ciudad —gracias a una invitación de Air Canada—, y, tras recorrerla en plena primavera, juro que podría ser la capital mundial del café. 

Aquí les doy mis razones para ir —dato en mano— directo a una cafetería y luego a conocer el barrio; o, de otra manera, ir por el barrio y descubrir su cortado, nitro o filtrado; y, desde cada taza, viajar por Ruanda, Etiopía, Guatemala, Indonesia, Perú o Sumatra. 

Vamos de paseo

Como la idea es conocer la ciudad como lo hacen los vancuverianos, compré la tarjeta Compass para usarla todo el día, en cualquier sistema de transporte, terrestre o acuático (bus, seabus y skytrain). Aparte de la bicicleta, es la mejor manera de moverse por la enorme Vancouver: ciudad de largas cuadras, de lomas y cerros. Son varias penínsulas con sus playas, parques, bahías, montañas, islas y puentes. 

49th Parallel in Downtown @49th

Vancouver huele a moderno: nada parece muy antiguo y en las calles hay muchísima gente joven. Es como una eterna ciudad universitaria. Cuando quieras encontrar el downtown, marca en tu mapa las referencias Stanley Park y la multitienda Hudson's Bay; busca rascacielos con vidrios traslúcidos y allí estarás. En eso estaba yo cuando en la esquina de Thurlow y Georgia St. W, veo una linda terraza. Adentro, mucho ejecutivo haciendo fila, una vitrina de donuts de @luckysdoughnuts, una reluciente máquina de café, su molino y ese sonido medio industrial, chaca-chaca, con el bling-bling de las tazas y el bullicio humano que —no sé ustedes—, pero a mí, me fascina. Me entusiasmé con un machiatto (que estaba perfecto) y una de las donuts de queque de zanahoria–nuez que son ícono de esta cafetería. Hace muchos años que no me comía una bombita y valió la espera: nada de sensación de fritanga; esto era lo más cercano a un bizcocho con humedad y azúcar precisas y, como buena bomba, rellena con abundante glaseado en su interior. Me emocioné, pues hasta se veían generosos trozos de zanahoria rallada.

Volviendo al café: una de las tendencias que vi en el ambiente del café de especialidad de Vancouver, es que el prefijo “especialidad” está tan asimilado que ya casi no se usa y que, dado que las cafeterías por definición tienen cafés de origen, el paso que las pone en otro nivel es acortar la cadena a menos de 100K de sus tostadurías y, de ahí, hacer sus propios blends. Ese fue el caso de 49th Parallel, que tiene sus años pues abrió el 2004, y el maravilloso grano de Huila, Colombia - Finca El Recuerdo, que me tocó probar. 

Otra tendencia, desde el lado emprendedor, es tener varias sucursales en la ciudad y en Canadá. Es decir, los cafeteros y, ahora, tostadores de café, no le tienen miedo a la expansión. Eso sí, cada local tiene su propia impronta y su estilo. Mi consejo es elegir las cafeterías que les gusten y ver si existen en los barrios que quieren recorrer. O, como hago yo —la loca del café— que es ir sólo por la cafetería y luego descubrir los alrededores.

Saliendo del Café 49th les recomiendo dos paseos: si es temprano, continuar a la Galería Bill Reid @billreidgallery, dedicada a uno de los artistas más remarcables de las First Nations canadienses. Lo extraordinario es que Reid se aplicó en grabados, pinturas, pequeñas formas con alambres, orfebrería, billetes y especialmente en esculturas y tótems que lo relacionaban con su ascendencia haifa. Realmente vale la pena e incluso el edificio donde está localizada es precioso. 

Después, seguir hacia la calle más comercial —Robson— y continuar explorando hacia el Canada Place y Yaletown. Desde allí, otro lindo paseo por el borde de la bahía los puede llevar, cruzando el puente Burrard, hacia el mercado Granville: otra vista grandiosa sobre el mar, los rascacielos y las montañas.

Si ya va atardeciendo, sigan hacia Stanley Park, que se extiende por toda la península y es e-nor-me. Vale la pena irse un día completo a alguna de las playas, senderos, lagunas o parques acuáticos. Si quieren, se aperan de café o algún picoteo con feta, salmón y bagel en mercados como Fresh St. Market, o en las tiendas más populares como Safeway y Shoppers. Si prefieren alcohol, recuerden que en Canadá no se venden en supermercados, así es que apunten lugares como Bc Liquor. El plan es ver la puesta de sol en English Bay Beach o Second Beach. No estarán solos, mas el gentío es fascinante: mirar y ser parte de la jungla humana es otra de las atracciones de Canadá. No se compara a ninguna otra gran ciudad: aquí realmente ves transitar gente de todo el mundo en un ir y venir de dialectos, colores, edades, olores y atuendos.

Otro día, otro barrio, otro café: Elysian @elysiancoffee

Elysian fue la pausa, el nitro y el barrio sorpresa. Ya había cruzado el famoso puente colgante de Capilano, al que se llega cruzando en seabus desde Estación Waterfront —no necesitan ningún tour, créanme—; y ya había paseado por Water Street y visto en acción el reloj de vapor de Gastown. Mi plan era moverme hacia otro barrio cuyo nombre pintaba, al menos, agradable: Mount Pleasant.

La estación Waterfront.

En la esquina de Ontario con la 7th se encuentra el más reciente local de Elysian, una de las cafeterías pioneras de Vancouver abierta el año 2000 por Alistair Durie, y que hoy tuesta su propio blend y prepara todo el pan y bollería de la marca aquí. Me tomé un nitro Beriti de Etiopía excelente. La espuma era densa y consistente, y la fruta persistió en la boca por horas, mutando desde el pan tostado hasta un toque maltoso. Un shot de energía que me dejó lista para recorrer un vecindario a medio camino entre lo industrial y artesanal. Una combinación de cervecerías de autor con música global saliendo de los muros, tiendas de bicicletas del siglo 23, heladerías, chocolaterías y restaurantes con ventas vintage en un ambiente inusitadamente poco poblado. Exactamente lo opuesto a Chinatown y Robson Street. En estas calles parecía como si todos supieran donde hay que ir, sin que nadie se publicitara. De hecho, yo terminé esa tarde en la barra de la Fabrique de Saint-George Winery, pero esa es otra historia.

Main Street – Riley Park: aquí quiero vivir.

Salió el sol y hace calor: nos vamos al Queen Elizabeth Park, una colina fácilmente remontable en medio de caminitos y jardines de postal donde se te pueden cruzar gansos, turistas o bandas musicales. El premio es que desde la cima se puede ver, al fin, las montañas Seymour, Grouse y Cypress que marcan el norte de la ciudad; y si vas de noche —me cuentan— la fuente de agua se ilumina mágicamente. Después de una pose con los amigos en la escultura “La sesión de fotos”, bajo hacia la calle Main por Riley Park en busca de ese ambiente de barrio que suponía al ver tanta casa con jardín.

Y no me equivocaba: esta calle, a esta altura, es la menos turística que he caminado en Vancouver, y me encanta. Obviamente, hay varios estilos de cafés por recomendar. Matchstick (@matchstickyvr) el primero: como la historia que ya conté, esta es una de varias ubicaciones. Hace esquina, es luminosa, acogedora y amplia. Allí preparan unos mocktails entretenidos y te tientan con cositas como un croissant de tiramisú; una tostada de centeno con cheddar, semillas de calabaza y toque jalapeño; o una ciabatta de verduras grilladas y pasta de tofu al ajo. 

Sigo la caminata hasta la panadería Breka sólo para comprobar que el pan no es tan protagonista del lugar como lo creía. Me quedo con mi ya preferido A bread Affair (@abreadaffair) y sigo. Voy caminando entre charcuterías croatas, academias de karate, tiendas de cannabis, de mascotas, restaurantes vietnamitas, malayos, indios, turcos y griegos, hasta mi próximo café en la calle Fraser: Prado Café (@pradocafe). Este es el lugar para experimentar: desde el maravilloso té London Fog hecho en Vancouver hasta un cortado (sí señores, en Canadá existen los cortados, y son servidos en vaso corto de vidrio), un pink latte hecho con lavanda, o las variedades de cold brew que salen cuando hace calor. Yo, me quedé pegada en el espresso tonic. 

Desvíos justificados: Le marché St. George

La variada y particular oferta de Le marché St. George

Desde la Main me desvío hasta una esquina atípica, a la que se llega por una calle típica según el estándar canadiense: casas con jardines y pinta de llevar décadas allí. El jugárselas por un camino alternativo —sin ruidos ni estridencia— se premia al llegar al café y emporio Le marché St George (@lemarchestgeorge), una esquina de barrio regentada desde hace más de 10 años por Pascal Roy, un quebequense haciendo patria en la costa oeste, en lo que vendría a ser la extensión de su living. Aparte del café, sus crepes saladas con pera y queso brie se desmarcan de todo lo que otras cafeterías te puedan ofrecer.

El penúltimo: Kafka's con vista

Elijo despedirme de Vancouver desde lo alto. Ni paseo en helicóptero ni canopy en Grouse Park; me voy a la terraza-oasis de la Biblioteca Pública de Vancouver, a la que se puede subir café en mano. Y tal fue la excusa para detenerme en Kafka's (@Kafkascoffeetea), la cafetería de Aron Kafka, otro loco del tueste. En su local de calle Richards-Rainbow Park no hay wifi pero sí un buen filtrado de la casa, que luego transformo en un café helado. Visité también el local de Kafka's en Great Northern Way y era otra onda: con wifi, dos pisos y su propia panadería. Y, nutriéndose de la onda creativa en la que está inmerso, abren su terraza a la música durante el verano. 

O sea, ¡todo pasando en Vancouver! Por eso digo: este es el penúltimo café… ya tengo ganas de más, y si es en Vancouver, tanto mejor. 

El reloj de vapor de Gastown.

Sólo en Vancouver:

Horarios: Los cafés en Vancouver abren temprano. De hecho, en esta época del año a las 5:30 AM ya es de día. Pero cierran temprano, a las 17 ó 18 hrs., dependiendo del barrio. 

Filtrados: no están a la vista las V60, Melitas ni otros métodos de extracción, aunque sí venden los artilugios cuando hablamos de filtrados. Entonces, cuando quieras un filtrado, pide el brew de la casa. O sea, tu palabra clave es “brewed”.

Sustentable: Si beberás tu café en el local, prefiere la taza de cerámica o vaso que te ofrezcan. Deja la opción vaso de papel para cuando realmente la necesites. 

Cortado: Sí, en Canadá existe este tipo de café. Y se escribe así mismo, “cortado”, en español. No pude saber de dónde llegó esto, pero beba y calle. El cortado existe en Canadá.

London Fog: Aunque es una mezcla de té earl grey con leche y vainilla, lo venden en todos los cafés (y heladerías), porque fue inventado en Vancouver. Nadie puede irse de la ciudad sin probarlo. 

Vancouver: sus cielos, montañas y rascacielos.

Air Canada, la conexión Vancouver

Vuelos Santiago-Toronto: Lunes / jueves y sábado (vuelo AC 93).

Vuelos Toronto- Santiago: Domingo / miércoles y viernes (vuelo AC 92).

11. 5 horas de vuelo directo.

CONEXIONES: Desde Toronto conexiones directas a 50 ciudades en Canadá, a 47 de Estados Unidos y 69 más a Europa, América Central y el Caribe, así como a Asia.

www.aircanada.com

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