Teta al aire

 

Por María José Ilufí Cáceres

(vía Unsplash)

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Cuando te embarcas en la aventura de ser mamá, se arma en tu cabeza una ensalada con las mil cosas que tienes que saber para no morir en el intento. Hace allí su entrada, con bombos y platillos, la caja de Pandora de la lactancia materna. Años de erotización de la teta no han ayudado mucho: abundan los mitos y la desinformación sobre tan increíble alimento que llevamos dentro.

Yo siempre he sido promotora de la libertad de la teta: nunca usé ni usaré sostén. Sin embargo, me superaba el pudor a empilucharme en la playa (esto de tomar solcito con la teta al aire es cosa de lo más normal en Dinamarca, donde vivo). Me venían los pensamientos cartuchísticos y muy tapada me quedaba.

Ahora, luego de 9 largos meses de embarazo, alimento a mi retoño en cualquier lugar. Mi teta se ha vuelto parte del escenario público y si mi guagua llora, de inmediato como buena mamá ninja, me las arreglo para sacar sin pudor su rica leche. Ser mamá me otorgó el poder mágico de acabar con el pudor, pero le otorgó a otros el poder de opinar sobre lo que comes o lo que come tu guagua.

La alimentación, desde el embarazo, se transformó en un personaje que antes no tenía tanto protagonismo en mi vida. Cuidadosa, sana y asustadiza, era la “señorita alimentación” en el embarazo: adiós al ceviche que tanto amo, al asado jugoso, a los ricos quesos y al placer del vino.

Ahora en el rol de mamá, la alimentación se ha vuelto una señora empoderada y educada. Como leona cuido que no le metan comida procesada a mi guagua. Leo y me sorprendo de lo mal que he comido toda mi vida, del daño causado a nuestro entorno, de cómo ignoramos las estaciones y no valoramos lo hermoso y único de ver crecer nuestros propios vegetales.

Aunque se vuelve cuesta arriba alimentarse conscientemente con el ajetreo de la vida de madre, estoy convencida que pequeños cambios harán que mi hijo, desde su inocente mirada, vaya aprendiendo la importancia de cuidar y valorar su entorno y ser respetuoso de lo que nos entrega. Por ahora sigo con mi teta al aire, orgullosa de mi don de alimentar, de nutrir no sólo el cuerpo sino que también la mente.

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