“C”, de cómo comer comida chilena en Chile

 

Por Isidora Díaz

Estas empanaditas, ¿estarán rellenas de mariscos de Llico o de camarones ecuatorianos de Vietman? Por suerte, fue lo primero (y las disfrutamos muchísimo)

Estas empanaditas, ¿estarán rellenas de mariscos de Llico o de camarones ecuatorianos de Vietman? Por suerte, fue lo primero (y las disfrutamos muchísimo)

Hace algunos años se discutía cómo “salvaguardar” la cocina chilena. Se hablaba del patrimonio y de las tradiciones. Aunque de los productos algo se decía, no se ponían muy en cuestión. Había que cocinar chileno y dejarse de siutiquerías de una buena vez. Hubo resultados: entes públicos y privados trabajaron y siguen trabajando duro por la cocina chilena. ¡Si hasta tenemos un día para celebrarla! (es este jueves 15).

Hoy nos enfrentamos a otro problema, uno que complica precisamente el poder cocinar la buena cocina chilena que con tanto esfuerzo se ha visibilizado. Y que en realidad, complica el poder cocinar cualquier plato de calidad, chileno o no.

No estoy en contra de la importación; es lógico traer lo que falta. Cuestiono aquí la importación de comida de baja calidad nutricional y organoléptica, y de cuestionable trazabilidad, cuando se trata de productos que sí se encuentran en el territorio, pero que a la industria y al retail les sale muy caro comprar.

Las legumbres, de Argentina, Canadá, España. Reconocidas marcas nacionales de alimentos que se hicieron de un nombre gracias a un sentido de localidad, hoy importan su materia prima. Por los precios imbatibles, nuestra cocina marina se camarónecuatorianizó, y el pangasio ni se nota bajo la fritanga. El salmón, sin bien contamina las mesas y mares de Chile, responde a intereses mayormente extranjeros. Los asados tienen un dejo extraño con los cortes “ofertazo” de cebú paraguayo y brasileño que nos venden los actores recauchados en la TV. Y ni hablar de la huella de carbono resultante, quedando Chile en la última costura del mundo.

¿Qué pasa con la agricultura, la pesca y la ganadería local, sobre todo en estos tiempos de crisis?, ¿qué pasa con el acceso que todos debiéramos tener a alimentos de calidad?, ¿cómo se vería un “Chile Potencia Alimentaria”, pero para sí mismo?

Los desfavorecidos de siempre son quienes terminan comiendo peor y sufriendo las graves consecuencias. Como yo lo veo, la cocina chilena hoy no se trata ni del patrimonio, ni de los productos, ni de la tradición: se trata del derecho a comer bien en Chile, y que ello no sea un lujo.

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